Puerta del Sol amado
En la Puerta del Sol,
trozo de patria gentil
del ole español,
bebí tu vino sutil.
En pleno centro
de Madrid,
el regazo del amor,
se hizo sentir.
A inciertos momentos
le dimos el matiz
de la brisa del portento,
siempre tras de ti.
Esa noche sombría
no avizoraba esperanza
ni vivir lo que viví,
más, olía a aurora,
en su elixir
de halos y aromas.
El enfado y la gallardía
de mi dama sigilosa,
en el lecho seguía,
destellando hidalguía.
Sentía su pasión,
al enamorarla,
recibiendo mi clamor,
y yo, su vertical ilusión.
De tanto acariciarla
pude hacerla mía,
verso a verso,
ella, desvestida poesía.
Yacidos en el lecho,
líricos y épicos,
domeñé su cuerpo,
sus exóticas liras.
Guapa y taciturna,
ardiente y esbelta,
su febril cuerpo,
quemaba mis entrañas
y sentía su alma
a la sazón de la mía.
Ella vibraba y emanaba
gemidos y sumisión,
y yo germinaba
en la habitación.
Ya en el conticinio,
ella sonreía,
y en el alba de la ciudad,
ante la rítmica albricia
de una noche sensual,
la urbe de Dulcinea,
hizo del amor,
un cendal a tremolar