Amanecía de nuevo
entre paredes y cosas,
hilarantes asonancias,
sensaciones que armonizan
con el péndulo de siempre
que cuelga con mi tristeza
enmarcada, y es mi pena
en la casa de la angustia
de la calle del olvido,
donde nadie siempre pasa,
en cierta forma un alivio,
que me permiten las fugas
del cansancio de las iras
de las bullas apretadas,
pesadumbres delirantes
y alguna nueva noticia,
la de siempre, y es la misma
que mira pasar los días,
como certera mirada
que se ve en el alma mía.