Cotidianos y mundanos de una ciudad gris
En el frío infinito de la blanca habitación,
fatigan espejos, las cuerdas de un violín.
El fuego y el hielo palpitan,
altares alimentan calderas humeantes.
En los albores de luz tinieblas,
la silueta aletea estoica,
eligió en convencimiento.
Al padecimiento se mantiene,
hasta quebrarse a los mundos,
hundiéndose por el cortante viento.
Descendió de la ciudad celestial esperanzada,
optimista con un revolotear cándido,
emanando gracia del empíreo a la tierra.
Al parecer los gritos apuñalan tímpanos,
boca y labios sabor a natre atormentan la dicha.
La madre de todas las madres, criaturas perversas,
degradan la autoestima cuestión de honor,
lavando en posición fetal los pies con lluvia del alma.
Malebolgía aprisionando las alas con sus garras,
auxiliaron mutismo en ascetismo,
llagas en la carne, un ahuecado pecho.
En exilio melancólico al recordar duele.
¡Se vive sin estar al tanto de la suciedad!
En una ciudad gris,
la calle de las gatas,
{La pérdida de la inocencia}
es toda una atracción.
Muy maquilladas, voluptuosas mariposas,
entrecerrando un ojo,
besan piadosamente las cruces,
sonriendo a parroquianos, gustan vender caricias,
tejiendo redes en esquinas y deseos.
La lujuria adornada con gemidos de placer,
movimientos de húmedas caderas,
marca el compás con monedas,
que al retirarse dejan libidinosos cocodrilos.
Nuevas cuentas de oro en el rosario,
que con súplicas rinden culto, al Dios leproso,
serán favorecidos así dicen sus servidores,
muy bien vestidos con atavíos religiosos,
y anillos de oro en los dedos.
Pasos transitan de un lado a otro,
pisoteando las plumas del Ángel,
que la luz del corazón le hace ver todo gris.
¡Resurrección, despertar o renacer!
Cerca de la montaña del granito y sudor,
a través de vitrales de hostigamiento,
rayos se desploman violando las rocas,
golpeando y descerrajando los goznes,
de una enmohecida puerta metálica.
La brisa se insinúa temerosa,
peldaño a peldaño inunda el lugar,
en las profundidades de un averno personal.
La luz distingue a través del espejo,
imágenes en cajas congeladas,
polvo de diamante entre conexiones de cables,
un olvidado durmiente, un demonio angelical,
que nuevamente abre los ojos al horizonte.
El espejo se derrite ante él,
el cielo con sus Damas y Señores ilustres,
de mirada maligna le detestan, aborrecen,
su proclama:
—Tirando piedras a los muros,
intento despertar la razón,
dándole duro con la frente,
haré una hendidura a la imaginación,
si irremediablemente algunas gotas caen,
ojala sean bebidas por la cordura,
para que la liberación del yugo consigan—.
¿Qué tan hereje suele ser decir la verdad
a las víctimas de la mercantilista sociedad?
Evocando un tiempo perdido,
arribó a la ambigua ciudad gris,
cuando sus edificaciones rebosaban soleadas,
en esplendor daban la bienvenida a los arcoíris.
Ingenuo idealista en sacrificio de la comunidad.
Antes que la corrompida maquinaria de guerra iniciara,
antes que el proletariado fuera segregado, discriminado, aplastado.
Al cubrirse la boca para no gritar,
el alma de sus moradores enlutó,
así como el corazón de la ciudad.
El abuso de poder de los militares,
las manos contra la pared,
golpes de botas sobre las cabezas,
tantos desaparecidos,
otro Salvador Allende caído,
anidaron resentimientos, buscando justicia,
y se lavaron las alamedas con sangre.
Los monarcas viven en absoluta pleonexia,
cuando la necesidad y desgano les abate,
no es para ellos, caminar por la cuerda floja,
buscan de reír, de ser idolatrados,
se les salude, se les de la mano.
— Hipócritas bastardos arrogantes —
para dar \'\' PAZ \'\'a la ciudad se hará una festividad
{Todo el mundo al carnaval}.
Así hacen constantemente nuestros gobernantes,
buenos políticos maestros de la oratoria,
especulando con verdades que no lo son,
virtuosa serpiente enrollada al manzano.
En la incomprensión y desilusión,
el caos gusta, germinar sus semillas.
Los jóvenes corceles sobre agitadas vías,
corren en dirección del motivo de existir,
{La generación perdida}
llevan jornadas tras jornadas sin rumbo fijo,
el líder ha desaparecido,
aquella noche de fuego y metralla.
Siguiendo vacilantes la estrella
que ilumine su destino,
van extinguiéndose sus anhelos.
Ni siguieran notan en las esquinas de los barrios
a las Magdalenas en procesión,
llorando desesperadas, inundando el rio de las alcantarillas,
las ratas y bocas de gusano las consuelan,
piden perdón,
— No lo volveré a hacer,
dame otra oportunidad —.
Nefelibatas, los hogares hoy en día
están repletos con fotografías
de familias abandonadas.
El afectuoso viento murmura en sus oídos,
así es la vida que le vas a hacer,
¿Qué bonito seria cumplieran sus promesas?
De mirar las nubes sobre el prado,
tomados de la mano.
¡El amor no basta!
en la plaza los amantes ajenos,
fantasean con sus vidas, juramentando imposibles.
El amor no basta, nunca ha bastado,
— No soy el único que lo sabe bien—.
La ciudad gris hace los preparativos de la celebración,
algunos pájaros revolotean tras Sardanápalo,
el demonio angelical exhala espirales de humo,
sombras de la calle susurran cobarde,
¿Renunciaras a los caídos en desgracia del campo de batalla?
Viene del alma estallando fuego a los ojos.
¿QUE O QUIEN SOY?
La lucha no es contra las debilidades de los seres humanos,
sino hacia los dirigentes y autoridades corruptas,
contra los poderes que hacen gris la ciudad.
Corresponde exigir por las armas si es necesario… muerte.
Los hijos de la miseria cambian de semblantes,
lavando los rostros en el inodoro,
entre lágrimas alzan el puño por justicia y redención al libertador.
Bajos y batería funkyando al sintetizador,
acompañan a extraños locos entusiastas coreando,
— Me corto las venas
{Toda una proeza}.
Así puedo tomar el tiempo
en que arribara mi oscuridad.
Todos queremos irnos al cielo,
dejar este mundo de dolor,
pero nos aterra el beso de la segadora de almas —.
¿Serán demasiados quienes con peculiaridad usan cronómetros?
A unas cuadras del proscenio,
algunos lápices acompañan a los pinceles,
huyendo furtivos entre flash y haces de luz.
En la avenida principal, páginas en blanco,
detrás de kioscos, asesinan pordioseros de afecto.
Las paredes rayadas se leen así mismas,
gritan y protestan iracundas,
¿Dónde están “Los poetas del asfalto”?
La guitarra y el acordeón,
con dos patas de cueca, inauguran el carnaval.
Despilfarrar lisérgicos lo que no se posee,
en litros de alcohol y tabaco,
llenarse la panza hasta reventar,
reír y bailar hasta que el cuerpo desfallezca,
olvidar y olvidar hasta las venas.
No tiene precio un latido de felicidad,
la libertad es don inapreciable.
En la pista central de seda y satín,
el demonio angelical hace la reverencia,
a aquellas damas que ofertan servicio,
mastica unas estrellas sonriente,
—Mariposas de la noche, que brindan placer y son madre e hijas
¿Son las dueñas de su vida?
Ustedes esclavos miserables del conformismo
¿Son los dueños de su vida?—
En el rincón vetado de luz, ojos grises observan,
el corazón late rápido, colibríes revolotean,
las miradas se cruzan en melodías,
estira la mano invitando al ángel a bailar.
En cada giro, la revolución estalla
exiliados retornan a la patria,
lo que es del pueblo regresa al pueblo,
explotan en el firmamento los hogares.
Entre sabanas matutinas, un ángel caído
reposa placida y sonriente, contemplando matices,
abriendo las alas para vuelos audaces,
de la mano de quien en tiempos de oscuridad ofrece claridad.
Campanas se cuestionan de un lado a otro
¿Somos los dueños de nuestra propia vida?
Carteles devastados en calles de piedra,
últimos espectadores duermen fatigados,
mientras los espirales de humo se elevan,
los ahorcados no deben faltar.
Se muere sin saber demasiado y ni siquiera es lo correcto.
Elthan.