En la selva cusqueña, mi hogar, mi destino,
las hojas susurran cuentos de la tierra,
cosechas de café, cacao y maíz,
un festín de colores bajo el cielo sin tierra.
Entre sombras verdes, la vida florecía,
mi corazón trabajaba con manos fatigadas;
dolor y esperanza en la jornada,
el aroma a tu amor se elevaba a las baladas.
Karioka, mi musa, un eco en los valles,
tu risa era el canto que el rocío llenaba;
estrenando mi inocencia en la danza de sutiles detalles,
en cada fruto recogido, mi alma se alzaba.
La selva me habla, su voz un susurro,
de amores perdidos y de sueños que asoman,
en el calor de tus ojos, hallé mi destino,
cosechando el amor en cada mañana.
(corazonbardo)