Hace tiempo fuimos distintos
éramos otras criaturas, otra sangre,
otros aires,
otras hierbas sobre nuestros cuerpos,
otras luces derramándose de nuestros ojos;
Era distinto el llanto, el hambre y la primavera;
Era diferente el agua que viajaba suave
por nuestro febril cuerpo
y como piel de gacela nos envolvía…
Éramos como una antorcha viajera
con el traje del deseo dispuesto
a emplumar los lienzos de la memoria.
No había aire que no se estancara en nuestras manos
ni lluvia que no regara el trigo de nuestra sangre,
ni había desierto que no se hastiara
de nuestra humedad.
Éramos como pájaros silvestres
hurgando en lo prohibido de las bellas frutas
¡Ah frescura de la vida! ¡Oh verdor de la alegría!
Nuestras manos con su caudal de celo
discurrían en mar abierto,
hurgando en las crestas de las aguas
a las purísimas luciérnagas
de la lujuria;
Y en las noches hacíamos de la arena el cuerpo
de la luna, que encendida bajaba
-con sus ojos bellos como una María pecadora-
a enseñarnos a beber la humedad del aire
hasta llegar el alba.
¡Oh tiempo que nos atrapa!
¡Oh callosidades de los días demacrados,
cicatrices de los aires, malezas de las voces
que llenan de silencio nuestro cuerpo…!
¡Oh manos que se desprenden de su cuerpo
para dibujar los sueños
en el aire del olvido…!