RENNY LOYO

MEMORIAL DE MI NIÑEZ

En mi memoria yace un montón de cosas,

que se desplazan vivaz,

como un sentimiento memorial

por la pequeña cuadra de mi niñez.

 

Las diferencias son notables,

yo percibo que a veces estorbo,

pero me miran con una lastima

que aviva mis sentimientos impuros.

 

Bajo la influencia de la tele en la sala

todos absortos somos iguales,

no hay distinción en las risas ni en las lágrimas;

el alejamiento permite la distancia necesaria.

 

Criado entre ricos sin serlo,

el epicentro es la sala,

todos se reúnen para el encuentro;

un viejo borracho rasga una guitarra.

 

Es la hora de la tertulia,

los hermanos Grimm nos asustan,

con los cuentos el mundo se cierra,

sin quererlo, ansiamos salir del misterio.

 

Apiñados y ansiosos escuchamos al borracho,

mientras rasga la guitarra, cuenta,

nuestros miedos crujen en el alma,

quisiéramos emanciparnos de esos terrores.

 

Por la tarde, el hambre acorrala,

un tiempo de reposo es necesario;

antes de que la fatiga muerda el estómago,

y el vértigo azote, el encanto de las historias.

 

La noche desencaja,

percibo, fantasmas en mi memoria,

un temor se va enhebrando,

el significado intraducible del miedo se hace presente.

 

La impresión es que no hay remansos,

el camino se hace inhóspito a la casa,

la calle no luce distinta

de como lo hacía hace un siglo.

 

El tiempo anclado,  

persiste en mi memoria

como una referencia histórica

de una felicidad fenomenal.

 

Al crecer, la presencia de las chicas,

las peleas del liceo,

los triunfos frente a ellas,

necesidad de ser.

 

Ser era como una forma de superarse,

el espejo reflejaba las candideces del desarrollo;

una espinilla en la nariz sinónimo de hombría,

la plena conciencia entusiasma.

 

Las quebradas del barrio fascinan,

hay libertad para corretear y lanzar piedras

somos conquistadores del bullicio,

bregar los caminos de las quebradas es lo más moderno.

 

El remanso de la tarde se interrumpe,

la caja mágica nos espera,

imperdonable perder la función de los sábados,

los luchadores ya están en el cuadrilátero.

 

Estas memorias se han postergado mucho tiempo

no hay dilemas para callarlas

la vida sigue su marcha,

una generación pensará como yo.

 

Las fuerzas desafiantes de los recodos,

injustamente tratan de esconder

las cosas de mi pasado,

que hoy deben trascender.

 

Varios mundos se mueven en mi mente,

vienen del pasado, aunque no pertenecen a ninguno

no desentonan ni perturban,

he allí mi naturaleza díscola.

 

No necesito esconder mi pasado,

no tengo secretos despreciables;

mi memoria es un fragmento de la cultura,

es la lucha por reconocerme a mí mismo.