Cada mañana, cada día,
seguimos el camino que hemos tomado
ascendemos, descendemos,
como si los segundos fueran diminutas partículas
que establecen los días interminables
desapareciendo de donde estoy
para viajar entre nubes a lugares de sueños
o escapar del tedio que se erige
como montaña ante mis pensamientos.
El viento ruge en su silencio
trayendo clemencia a mis días
las lilas se agitan libremente
derramando aromas sin nombre
como regazo para el hastió
que consume las horas
la brisa de la tarde acaricia indolente
la piel, sin pronunciar palabra
haciendo sentir que el día es demasiado corto
Las hojas marchitas de los años
inquietan abúlicas los calendarios que se extinguen
haciendo recordar los balbuceos de la niñez
frente a la ancianidad del hoy
que anhela el regazo de los padres
como las flores silvestres
que se renuevan al brotar los nuevos tallos
Cada mañana, cada día
despierta la palabra para saludar la vida
las memorias permanecen con su homenaje al tiempo
las luces de los astros hacen camino a la noche
el agua fluye libremente por el valle
la lluvia cae mientras las frutas maduran
apagando el fuego del leño que arde.
Cada mañana, cada día
Las olas se mecen sin una mano que las mueva
La patria nos abre caminos para emprender
Un callejón encuentra su salida
Y en la montaña augusta un relámpago cae
Cada mañana, cada día, a cada instante
Renazco en la sabiduría de la humildad que me guía
En el abrazo entrañable que se entrega y recibe
En la luz de tu rostro que ilumina mis anhelos
Y en al abrazo desnudo que es alabanza a tu entrega