Soy el monstruo de tus noches,
esa bestia de deseo insaciable,
que te aborda cuando te bajas del coche,
y te seduce con su voz agradable.
Soy esa criatura quizas humana,
un hombre, un engendro deshumanizado
que siente un ardor por ti en el pecho,
una llama de amor que perdura en la semana
de lunes a a sábado porque el domingo es sagrado;
y que en la noche me transforma en un Vampiro al acecho,
para dejarte libre al primer haz de luz de la mañana,
después de caer dormida sobre mi pecho, habiendo vivido lo soñado;
y despidiéndote siempre con un beso, reposada desnuda sobre el lecho.
Soy la bestia que devora tus labios,
para alimentarme de tus besos,
que mordisquea tus pezones,
para nutrir mi lujuria y multiplicar mis libaciones.
Soy ese engendro desalmado,
de ti bestialmente enamorado,
que busca en demasía,
lo que celosamente ocultas entre tus piernas,
raíz y fruto de todas mis fantasías,
esa fruta que para mí has guardado,
con esa pulpa blanca y carnosa, mi maldición efímeramente has terminado.