Creí tener un hogar, creí que ese espacio entre las paredes y techo era algo mío, pensé que podía compartir mis gustos y pensamientos con las personas con las cuales a diario convivía y ellas a su vez me contarían los suyos y así podríamos rescatar de los desacuerdos algo en común, algo que nos mantendría felices en ese espacio propio; pero no fue así, tan solo habitábamos una casa, una casa donde tuve mis primeros sueños y pesadillas, yo no entendía lo que significaba un hogar, mencionaba “mi casa”, hasta que me di cuenta de que no era mía sino de mis padres, porque ellos eran los que decidían lo que se podía o no decir o hacer, los que podían exigir mas no ser cuestionados, a veces disfrutaba estar allí, desde luego, pero conforme pasaban los años me empezó a quedar chica, demasiado chica, porque mientras yo más crecía esa casa se encogía hasta el grado de asfixiarme, las miradas escrutadoras, inquisitivas y reprobatorias se me acumulaban en las noches aguijoneándome sin cesar. Viví en otras casas que tampoco eran mías y percibía así mismo sus diferentes ambientes, recuerdo apenas con cariño las paredes de barro y un techo de palma, unas conversaciones en lengua antiquísima que me arrullaron y así entre el frescor de la madrugada dormí por primera vez libre de angustia; después al independizarme quise encontrar finalmente la mía, tal vez no debí compartirlo, en el lugar designado tampoco podía hablar libremente, ni soñar, ni pensar, esos fueron años distraídos con obligaciones y alguno que otro pasatiempo. No fue un hogar, definitivamente, ya sabía para entonces lo que representaba un hogar y lo que yo tenía seguía siendo una casa; luego llegué a dar en otra casa, o más bien un museo, en donde mi ser halló un refugio, y supe que podría por fin conocer un hogar, mi imaginación bullía y ahí se hizo fértil, yo creí que por fin conocería lo que es un hogar; sus paredes no eran tan amplias cono en otras casas pero en ese espacio pude desempacar todos mis tesoros y depurarlos entre tanta basura, podía pensar, imaginar, sin palabras todavía, pero mi mente era libre, pude recoger los pedazos de mi dignidad y sentir firmemente que lo pasado no importaba, me amaron y yo amé creanbdo un vínculo que parecía expandirse o encogerse según me ausentara pero siempre presente, irrompible.
Yo creí tener por fin un hogar, iba y venía siempre como un fantasma, sin tener necesidad de cruzar al otro lado, donde tú estabas, lo que sabía de ti era suficiente para mantenerme contenta, había lúgubres pasadizos, sótanos y recovecos, ¿quién no los tiene? y como buen anfitrión me tomaste de la mano para no tropezar, y como en un álbum sobre tus rodillas te mostré los míos, siempre fuiste más sagaz pero después me percaté de que yo era más bien el fantasma de tu museo, eras un ermitaño de quien me atraía su soledad, una soledad vasta, llena accidentes. de luz, sombras y colores donde yo me materializaba de vez en cuando, yo era el bálsamo que cubría sus cicatrices, su infelicidad, haciendo mías sus emociones, me dice ven y llego, me miras y descifro, pero soy un fantasma y hubo momentos en que debí desaparecer sin dejar evidencia, no hacían falta más palabras en esos casos, ahí armé los pedazos de esa dignidad que ignoraba poseer, es un rompecabezas que he armado y desarmado infinidad de veces.
He tratado de tener un hogar, otros dirán que lo he conseguido, materialmente es así, es un espacio, es mío porque me ha costado, lo comparto y nadie cuestiona mis decisiones, dentro de lo que cabe hay armonía, aún quedan agazapados en los rincones demonios que se niegan abandonarla pero por misericordia divina se mantienen a raya, las paredes y los techos suspiran a veces pero el sueño llega sin grandes complicaciones, han soportado mucho tratando de convertirse en hogar, tal vez alguien lo consiga.
Creí tener un hogar en tu casa que fuera también orfanato, convento, cabaret, teatro y casi lo logro, cada vez era algo diferente, casi estuve a punto de no volver, pero dejé tantas cosas ahí, estaba jugando cuando tuve que guardar todo y salir, sin rencor me fui, sin rencor regresé, y sin embargo me pregunto si siempre será así; soy un fantasma, un día puedo desvanecerme, y sin rastros pensarás que no existí, que solamente me soñaste, que el tiempo fue quien se encargó de borrar y calmar tu dolor; ¿Dónde estaré yo?, tal vez una invención de tu mente, un súcubo, el más perfecto, el más querido y aún así me dispersaré con el viento. Creí que tenía un hogar que podría remodelar a mi gusto, y aunque delimitado abarcaría todo lo yo metiera en él, un hogar para cada uno de mis personajes, con sus mundos, soles y estrellas, cuando sean más ¿a dónde los llevaré? yo creí tener un hogar y ahora me es difícil habituarme, ¿ la casa la hace uno y el hogar lo hacen dos? ¿el hogar es uno mismo y los demás entran con o sin permiso? Tal vez soy un fantasma y no necesito casa, un fantasma que se materializa en cualquiera pero prefiere la tuya porque no hay contratos de arrendamiento ni fechas de vencimiento.