Aquí te dejo un par de hojas escritas, tú sabrás si las lees, las rompes, las quemas o las ignoras como hiciste conmigo, al final ya no importa, mi objetivo era hacer limpieza en mi vida, en mi alma, desempolvar aquella que un día fuí.
Esto no es un poema que t escribo, ni siquiera encontrarás versos o prosas...
Es tan solo un papel con un tanto de líneas escritas acompañadas de llanto, llámale carta de despedida, llámale texto de confesiones, palabras q brotan desde el fondo d mi alma, un desahogo quizás, llámale como quieras, al final aquí van plasmados pedazos de mi alma.
Ya perdí la cuenta de todas las veces que te perdoné, que calle para no dramatizar más la discusión, de todas las veces que descubrí tus mentiras, infidelidades, engaños...
Ya perdí la cuenta de todas las noches que ahogue mi llanto en la almohada, de tantas noches sin dormir porque pensaba en como pegar algo que yo no había roto...
Ya perdí la cuenta de todas las veces que me vestí para Ti, de todas las veces que me sentí frustrada por no sentirme amada, deseada, ya casi olvido que una y mil veces busque tu deseo, acaricié tu cuerpo y tú simplemente eras un tempano de hielo, nunca faltaban pretextos, dolores, molestias, te hacías el ofendido, todo era bueno con tal de no acceder a mi deseo. Siempre dijiste que eras alérgico a las mieles de mi cuerpo, que los besos apasionados no estaban en tu contexto, me hiciste sentir tantas veces que solo cumplias con un trámite marital, y que gracias a Ti me descubrí a la hora de amar. Sabes cuántas veces quedé con la necesidad de que recorrieras a besos mi cuerpo, te has preguntado cuánto añoraba besos ardientes, intensos, apasionados, me sometiste a la tu forma infantil de besar, sí bien en algún momento era romántico ése beso colegial, eso beso que apenas rozaba nuestros labios, a la hora de amar solo quería por un lobo ser devorada... No, no minimizo tu sexo, si bien lo disfrutaba y al placer me entregaba, para tu alarde de Don Juan, del León insaciable, del lobo feroz que un par de días me presentaste, debo y es justo recalcar que muy pronto se durmió y muy de prisa lo mataste.
Quizás fuí yo quien no estuvo a tu altura, quizás fue mi cuerpo que no te insitaba, quizás mis caricias no te exitaban, quizás me juzgo de más, tal vez me culpo demasiado, pero es ilógico que mientras tu sexo al sentirme cerca despertaba por otro lado tu actitud parecería como protocolo de marido, como cláusula que si no cumplias se cancelaba.
Lo lamento, lamento hoy decirte todo esto, tantas veces lo quise hablar contigo y siempre la espalda me dabas, cuentas veces te pedí quedarnos desnudos y que la luz de la luna envolvíera nuestros cuerpos, tantas veces soñé una y mil formas de amar, y te lo decía porque solo contigo quería vivirlas, no, no quería un tercero, no quería otra en el juego, lo siento soy muy egoísta en ése terreno, no me gusta compartir, siempre busco exclusividad y protagonismo.
Al final de cada encuentro ese beso, ese beso que me dabas lo guardaba en el alma, y cuando la mi mano la tomabas, lograbas que mis deseos se esfumaran, que nada de lo que sentía inportara, tan solo con ver tu mirada, tu sonrisa me sentía emociona, feliz, realizada.
Ya perdí la cuenta de todas las veces que te defendí, te encubri ante todos, disfrace tus errores y permití que me pusieran como la mala del cuento para que tu imágen no se viera dañada, te posicione como un ángel, te puse la corona, te senté en el trono y yo simplemente me quedé en el escalón de abajo como espectadora.
Pfff... pensé que si daba todo a manos llenas no tendrías queja alguna, pensé que al complacerte no tendrías dudas de mi amor, supuse, sí, supuse que siendo yo en mi mejor y peor versión, tan única, tan original no tendrías necesidad de buscar afuera porque todo lo tendrías en mi lecho.
Que equivocada estuve, no pasaron ni tres noches de estar a bordo en mi barco, que a mis espaldas a otra le jurabas amor eterno, y en ése momento que te descubrí mi primer y el peor error fue perdonarte.
Y la lista sigue... pasaron tantos meses de el mismo platillo, y absurdamente me conforme con tus migajas.
Siempre que te descubría, que te encaraba, tomabas tus cosas y amenazabas con irte, pero yo te lo impedía, sentía que sin Ti yo moriría.
¿¿Porque??
¿¿Porque no te solté una de tantas veces que pregonabas tu partida??
Y es que cuando parecía que realmente te marcharias algo sucedía y terminaba yo por desempacar tus maletas, volvía a perdonar y a creer tontamente que me querías, y como tú me decías sí yo te entendía entonces un buen día tu me amarías. Corroboro ahora que nunca fue tu intención irte, mucho menos amarme, solo jugabas con mi mente, con mis emociones, me atormentabas, me hacías sentir culpable, para después abrazarme y con un beso, una frase, ratificar ante mí tu poder, acertando que te quedabas para darme otra oportunidad.
¿Oportunidad?
Fuí yo la que siempre di oportunidades, y tú nunca las aprovechaste, pero tristemente hasta hoy lo comprendo.
Es que con tu mirada, con tu sonrisa, con tus abrazos me envolvías... Y no, no me justifico por que de ésta situación también yo soy culpable, yo permití que me humillaras, que me engañaras, que me urilizaras, poco a poco me fuí rompiendo y no quise darme cuenta, con cada perdón otorgado, con esos pocos minutos en tus brazos te iba dando más control sobre mí y me iba perdiendo un poco menos.
Siempre tuviste la capacidad de amargarme la vida y endulzarme el oído, es por eso que siempre quise irme, es por eso que siempre me quedaba...
Perdona sí mis líneas se están convirtiendo en un mural patético, en las confesiones de una mujer rota, es que calle por tanto tiempo que al sentir una pluma y un papel en mis manos me convertí en escritora, le pregunté al corazón que necesitaba decir, le dije a la mente y la razón que también podían hablar y por primera vez después de éstos años a los tres los escuché, los entendí y transcribí lo que siempre quisieron decir.
Continuara...
Olvido.