Vengo de tierras donde la música brota del ombligo, y los ojos
son tambores virginales de pasión cristiana.
Vengo de la garganta profunda de la madre tierra convertida
en mujer y en embrujo enamorado de un seno aleccionador
que emana como las cabras la dulce miel.
Vengo de donde los burros bajaban al mercado, al manteco,
al comercio a las viejas bodegas en búsqueda de aguardiente
para aplacar la piel curtida del campo.
Vengo de donde son los cantores que protestan con poesía y
disparan sus metralletas convertidas en cuatros y guitarras.
Vengo de la tierra de los piojos que persiguen los escolares y
de donde viene la peineta aterrorizadora de liendras de
infantes ansiosos de maestras bellas y cantarinas.
Vengo de donde la radio funde el amor y la esperanza, vengo
de palacios sonoros que esconden la noticia en vetustos
cronistas de la marimba.
Vengo de allá, de donde son los crespúsculos, de donde el
agua se turbia y Nectario María espera a la Rosa de Santa
Rosa convertida en pastora. De allá vengo y ya sabéis de
donde soy.