Pean a Rubén Darío
Maestro de los ritmos, liróforo celeste,
que bien pudiste darnos la esencia de un panida.
Las risas de las musas dan ecos de arcipreste
y son tus versos muros que gritan por la vida.
Poeta visionario, de los gnomos amigo;
lector empedernido, navío de los mares.
El cisne wagneriano murió también contigo
batiendo con sus alas, cantar de los cantares.
Ya la odalisca mora presencia en tu aposento
los rostros de las ninfas y silfos orientales,
y suenan los clarines allá en el firmamento:
los ángeles te cantan los coros celestiales.
¡Y llegó el buen poeta!, leyente consentido,
el cielo y las ondinas no dejan de cantar;
aplauden los centauros: ¡Rubén habéis cumplido
el sueño que a tu mente llegó en el despertar!
Los viajes de las hadas y el pájaro enjaulado,
los grifos eminentes, Pegaso con su escudo,
y el príncipe de Gales que en Estival sagrado
le dio muerte a la diosa dejando al Tigre viudo.
¡Y llegó el buen poeta! Se escucha entre la gente
con tanta algarabía cargada de pasión;
y cantan la sonata los elfos, dulcemente
por ser la gran figura que llega al corazón.
¡Princesa, Sonatina, sonríe a la eutrapelia,
sirenas y tritones no dejen de bailar!
¡Y llegó el buen poeta trayendo a Cecaelia;
la viva poesía del fondo de la mar!
¡Oh, dulce Margarita, ya el cíclope ha llegado,
junto a él los faunos, mira, la vida es tierna y bella!
Gorgonas; triunvirato, las xanas el peinado,
y al genio de los genios lo guía una doncella.
¡Y llegó el buen poeta, Rubén el generoso!,
sus versos son racimos de un hombre consagrado,
su prosa es legendaria, suscita lo gozoso
y la ideal encarna la lucha y su legado.
¡Oh, liróforo, se oye! La epiqueya resuena.
El mundo está cantando, ¡Panida, el inmortal…!
Y León, nuestro pueblo te da alegría plena,
mas yo con estos versos te canto en general.
Samuel Dixon