Vestida de flores
Mi cuerpo todo de flores
quisiera poder pintar
y sentarme junto al mar
brindándole mis colores.
Perfumar con mis olores
el sinsabor de la vida
y no darme por vencida
a pesar de su tormento,
gritándole fuerte al viento;
¡Nací para ser querida!
Odio a la vida que mata
los sueños de quien suspira
y que por la borda tira
las vidas que desbarata.
Que la vida siempre trata
de amargarnos la existencia
y poco puede la ciencia
luchar contra su malicia,
nunca ofrece su delicia
a los faltos de experiencia.
Por eso quiero en colores
a mi cuerpo dibujar
y por las noches soñar
que soy un jardín de flores.
No hago caso de doctores
que dicen saber vencer
y de la vida extraer
lo bueno en cada momento,
pues eso es tan solo un cuento
que nadie puede creer.
Siempre la vida nos lleva
por caminos de martirio,
el vivir es un delirio
cuando la vida se ceba.
Nos somete a dura prueba
con su actitud y destreza,
si levantamos cabeza
nos acosa y atosiga
y a veces se finge amiga
suavizando su dureza.
Y por mucho que luchemos
ella por siempre nos vence,
nadie por ello avergüence;
¡Qué con ella no podemos!
Ella dispone de truenos
y rayos en su defensa
y no perdona la ofensa
de quien se la tome a risa,
pues con el tiempo y sin prisa
le pondrá la cuerda tensa.
La vida nunca se casa
con aquel que la pretende
y que sin pudor la ofende
sin saber en que se basa.
A estos ella los arrasa
no dejándoles medrar
y los pone en su lugar
demostrando con fiereza
que es absurda la torpeza
de quererla dominar.
Por eso quiero llenar
mi cuerpo de lindas flores
de muy vistosos colores
para poderla engañar.
Y de ese modo lograr
que me tome por amiga
pudiendo sacar su miga
para vivir bien contenta
sin el miedo a la tormenta
que sin pudor nos prodiga.
Mercedes Bou Ibáñez