Ya me inventé otra historia
No te sugeriría que no la leas
no te sorprendería que como todas
ésta también hablara sobre ti
(sólo quería saber qué se sentía
escribir mi versión sin tanta coma)
Qué fría es esta cama sin tu cuerpo
donde tu dorso no oprime mi deseo.
La suavidad de tus caderas.
Ardes como el espejo.
Te revelas a mí como un eclipse
y tus dedos lacónicos
prenden y apagan de súbito mi duelo.
Qué largas son tus piernas.
Escalar las columnas de la espera
y escuchar que tu espalda me dice tantas cosas.
Y mis manos me piden más de ti
y tus ojos te piden más de mí.
Tu vientre es una cripta sin cadáver,
y mi boca agoniza,
agoniza mi sangre.
(Y tú tienes el frío saludable)
Qué líquida es la cama sin tu peso
como para morirse en el infierno,
y desde adentro ahogarse (desde adentro)
Te revelas a mí como un eclipse
entre que estás y ya no estás
o no estuviste.
Amanece dos veces en la noche.
Para mí ya no hay péndulos.
Todo el lugar es círculo completo,
porque tú estás aquí
y yo te creo.
Aviva el ciclo amante mío, mío,
sólo mío,
tu corazón de ave se desprende y la tarde
arde más que el incendio
que tirita incendiado en estas
humedades.
Estás aquí,
te siento más y no puedes saberlo.
Y quisiera que el mundo me cuente sus memorias
y en tu pecho olvidar tanto recuerdo.
Porque te tengo, amor, porque te tengo,
y me tienes y entonces nos tenemos.
24 de julio