Antes los poetas eran el alma de la fiesta,
el orgullo de la elite que los admiraba;
en sus versos llevaban sueños y verdades,
exaltaban el amor y denunciaban el mal.
Marcaban el estilo, la tendencia
¡eran los dioses de las letras!.
Hoy todo es gris, aburrido;
las plumas brillantes se han perdido,
y solo quedan teclas frías,
que llenan páginas vacías.
Versos sin sentido ni emoción,
el anti poeta reina en la pantalla
buscando fama y aprobación,
en su locura de grandeza.
Espera el mensaje adulador,
que le confirme su talento;
navega sin rumbo
en la red de la ignorancia.
Lejos quedaron Rimbaud,
Baudelaire, Verlaine,
y otros tantos poetas malditos,
que rompieron moldes y normas.
Los clásicos, los modernos,
cuelgan en el recuerdo;
la mediocridad siempre ha marcado
a los poetas de cada tiempo,
reflejo de la sociedad que los rodea.
Cementerios de versos,
sobre la tierra de un ayer fecundo.
El aplauso de un Lorca,
la lucidez de un Hernandez,
el viaje de un Machado;
tantos y tantos que nos hablaron,
para que hoy nada se diga.
Vuela la pluma rebelde,
bocanada de aire en el arte de comunicar.
El poeta es el testigo de su época;
que su pluma dispare con tinta
el tiro revolucionario. 1
Pero no todo está perdido,
aún hay poetas que resisten
al olvido y al silencio.
Que escriben con pasíón y compromiso,
que buscan en las palabras la belleza y la verdad.
Que no se conforman con la fácil,
ni se venden por un like.
Que se inspiran en los maestros,
pero también en su propia voz.
Que penetran en el alma del pueblo,
y le ofrecen su poesía
como un regalo y lucha.
Que queman el ombligo elitista
que los aleja de la vida.
Que lanzan dardos con su palabra,
espejo de los sueños y heridas.
Un poema es misterio,
dolor y despertar,
vómito sobre un papel en blanco.
Regresando a la cuna antigua,
donde se fermentaban los versos amargos,
detras de las rejas del descontento.
Se estira el arco que lanza la flecha,
pluma directa a un nuevo despertar.
Me quedo con los que emergen
en las sombras de este tiempo.
Hoy día de nadie, ha renacido el poeta.