Las calles agudizan sus miradas
Miran abajo, no miran nada.
Y oxidadas por los hombres de metal
que miran sobre los espejos
en un anochecer infinito
de locura sin igual.
Sale el sol
Todo es igual
Sigue el frío, sigue el metal.
Se avanza sigiloso
hacia las vidrieras de cristal.
El deseo, el anhelo
de poseer un diario grial
alucinan un “lo quiero”
latencia oscura de lo material.
Una voz, un rito
una creencia especial.
Y aquí el hambre es un mito
como portales del misterio
como los pasajes de humanidad.
De repente se escucho un grito
a la vuelta de la calle soledad
era un hombre ,un manuscrito
vencido por la tempestad
que trepó hasta su fosa sin mas dinero
porque ya había comprado toda su maldad
necesitaba nuevo un nombre
el suyo se había perdido en la eternidad.
Y con ojos alcohólicos
permanecía esclavo de su verdad
y de su hambre,
y de su paz
Soñaba con ver sus rotas cadenas aún tibias
pero aún no tenia dinero
para comprar la mirada de un hombre
y se limitaba a pulular por una cuidad de fantasmas
buscando algún hecho singular.
Y cuando la noche asechaba
se tiraba a descansar
en alguna esquina oxidada
perdida por los hombres de metal.