Algunos días
con gran descuido
asomaba un pez
bajo el puente
que lleva a casa
del pescador,
y con ojos enamorados
miraba a la Luna
que tras las nubes
le regalaba gustosa
su sonrisa de plata.
El otro día,
el hijo del pescador,
regresó a casa
muy contento,
alumbrado por la Luna,
que iluminó su camino,
llevando en su cesta
a un gran pescado
que, sin mucho esfuerzo,
debajo del puente,
el joven pudo capturar.
Dime Luna, por qué
encandilas con tu brillo
cada noche que asomas,
aún cuando el Sol
nos ha informado que
tu luz solo es prestada.
Dime Luna, por qué
hay tanta humanidad
en tu inevitable esfera.