Apareciste en cascada
de agua, de furia, de viento,
y te derramaste toda
arrasando mi silencio,
desnudando mis flaquezas
sin saber si voy o vengo.
No puedo rendirle cuentas
al fácil razonamiento.
Atropellaste mi ser
con el vigor del estruendo
y sorprendiste mi a juicio
sin defensa al pensamiento.
Arremetiste inconsciente,
sin ningún temor ni miedo,
y descargaste briosa
(sin importarte un pimiento)
la idea de que belleza
es lo importante y primero.
Hoy por fin he regresado
de donde me llevó ese aliento,
de esas aguas turbulentas
que ahogan al más sediento
y donde el enamorado
es carne de sufrimiento.
He vuelto recuperado
(eso creo y eso pienso)
a pesar de haber sentido
el sabor del desaliento
por no poder gobernar
la fuerza de tu tormento.
Mi existencia era tranquila
y sin muchos aspavientos,
gozaba bien de la vida
cumpliendo los mandamientos
con la aventura justita
que daba mi entendimiento.
Pero llegaste en cascada
a la paz del sentimiento
y volviste en torbellino
mi existencia con mi tiempo
transformando mi cordura
en puro oscurecimiento.
Sobreviví a la caída
del agua de tu embeleso,
aquel que me dejó herido
(herido, pero no muerto)
y el renacer de cenizas
me hace digno de contento.
Más ahora tú me buscas
dando valor a mi esfuerzo,
pero no quedan rescoldos
de mi amor y los te quieros
que dije con sangre en mano
sintiendo amor verdadero.
Al mundo le mando aviso
por tener ganas y empeño:
¡Cuidado con lo amores!
cuando el amor te hace ciego,
pero volver es posible
siendo yo la prueba de ello.