Intempestivamente fue aquella tarde triste
una tarde de adioses de mirada doliente;
como el soplo del viento cuando al árbol embiste
desojando sus ramas intempestivamente.
Inesperadamente a mis lares viniste,
y llegaste preciosa, tan afable y sonriente;
y la luz de tus ojos tiernamente me diste
para luego marcharte inesperadamente.
Pero sé que del alma te saldrás de repente,
y la flama que un día con tu encanto trajiste
se me irá disipando, y de forma inminente,
el olvido piadoso que de blanco se viste;
a tu imagen hermosa borrará de mi mente
y serás una sombra del ensueño que fuiste.
Autor: Aníbal Rodríguez.