Aquella hierba que había crecido rodeada de asfalto, escombros y concreto
hebras verdes rodeadas de un mar de sequía gris, y donde los pies de los transeuntes
son pisadas de gigantes que pisotean las hojas que la nutren.
No pidió nacer allí, en medio de la desolación de las calles, lejos del verdor,
lejos de la compañía de un hermano, de un amigo, de un amor
pero valiente se impone, sobreviviendo a la palabra imposible
que la trata de derrumbar cada día de poder ser posible.
No se rinde y deja de vivir, sus raices beben de la lluvia, de charcas, de la bendición
de haber podido existir, y ser el único toque de belleza en medio de la desolación
y no se rinde bajo la inclemencia del sol, mas se alimenta de su ardiente calor.
No te rindas tu, jamás, ante el grave estrangulamiento de la vida, aclara la garganta, y de agua dulce bebe un trago mas.
Aunque se apreciara mas la flor que su verdor...No rendirse hasta el final,
es ser esa hierba bella y verde, en un mundo de descolorida maldad.