Princesa de colores vestida
Que bailas en tu campiña
Al son de tu querida marimba
Con sus notas suaves tu cadera
Mueves con gracia de coqueta gacela
Tus pies descalzos besan el suelo
Llamado con irresistible encanto
Al hijo del campo que temeroso
se acerca y sigue tu danza extasiado
ofrendándote la flor de sus manos
y mientras admira y se estremece
entre contoneos y pícaras sonrisas
el amor incipiente y puro parece
surgir entre dos almas humildes