Pues me digo que sus versos
son los que pulsan mis cuerdas
mientras escucho a sus manos
acariciando las teclas
como si fuera mi piel
que se despierta entre ellas.
Entonces miro hacia el norte
y hago crujir las cadenas
que me mantienen atado
a la desgracia en mi tierra
y las palabras convierten
al alma que las encierra
en la alfaguara que brota
como una lágrima seca
dentre los ojos cerrados
por la inconciente cadencia
que acompaña ese silbido
que entre mis labios la besa.