Julieta, tomó el silencio que arde como un silencio total en el ámbito real. Si Julieta se destruyó como el mismo silencio que le atosiga cuando ocurrió el desenfreno cálido, pero, tan frío como gélido es el mismo hielo, y es ese silencio que le maltrecha la vida y la insistencia de vivir. La experiencia de Julieta la llevó por la vida y por la destrucción total de un mal existir cuando en el embate de crear una vida fue el secreto que no reveló jamás. Cuando Julieta tomó a la verdad fría como el venidero instante cuando ocurre el trance de la verdad, cuando en el alma se enfrió como el gélido viento que le roza a la piel en la noche cuando observa a la luna y cree que es aquel cristal por donde observó a la intimidad de su padre con su mejor amiga amándose bajo el subrepticio amor que le concedió a ella el silencio total y que arde como el fuego o la llama en la misma fogata. Y la luz del nácar brilla más y más, cuando en el trance de la verdad se aferró al desastre de creer en el trance imperfecto de la vida misma. Porque Julieta sólo quiso ser como el desierto frío y tan succionado como el mismo silencio sin dunas ni un sólo levante que alboroten a su existir. La vida de Julieta fue en silencio total cuando calló por más de dos lustros de vida y el niño crecía y crecía y ella más y más calla la doble vida que posee su padre con la vida de su mejor amiga que también la mantiene monetariamente. La doble vida del padre de Julieta se enfrentó a la vida y más que eso a la infidelidad y al destino de un amor en subrepticio dolor. El padre de Julieta un hombre de edad avanzada, tiene barba y unos ojos azules, los cuales, funden todo el calor para ambas familias dedicando el amor en cada paso de su vida dejando sentir el calor humano y la presencia de un padre en cada familia. Y, Julieta, en cada recelo de la vida misma se vio mortífera, fría y letal como un desastre de esos en que el cielo automatiza la espera en creer entre las entrañas rojizas de ese frío atardecer. Cuando en el ocaso frío de ese atardecer en que vive Julieta, se vio tristemente indeleble, pero, a la vez feliz cuando nació el hijo de su mejor amiga siendo el hermano de Julieta, el hijo ilegítimo de su padre. Cuando en el alma sosegada de Julieta, se dedicó en forma adyacente de un frío inerte cuando en el imperio sosegado irrumpió en el desenlace fatal. Si Julieta se enfrío el desconcierto frío cuando nace esa criatura que aunque no tenga la culpa, es hijo de su padre de una relación extramarital con su mejor amiga. Y, Julieta, enfrió el deseo y más la forma de atraer el conmísero porvenir cuando sólo se aterra el frío hacia el mismo desastre efímero. Y, sí, Julieta se enamoró más de la vida, de la amistad buena, sincera y leal, como real es la vida, porque a pesar del siniestro cálido y con el problema con su mejor amiga, se aferró el mal deseo, de entrever el desastre más frío y más indeleble de creer en el trance perfecto de una amistad leal y de toda una vida, cuando en el albergue frío se sintió como el gélido de una sola penumbra y en una sola sombra desértica cuando ocurre la confesión de su amiga y el frío convenio lo sintió en una sola certeza. Cuando el amargo presente en la vida de Julieta se tornó exasperante, en un total silencio desafiante y que arde como el mismo sol o como el mismo desenlace frío. Cuando ocurre el trance perfecto de cómo crear una hoguera o una fogata real como el trance perfecto de toda una vida en el silencio que arde como tormento frío o como tempestad tan álgida como el mismo venidero provenir. Y si ocurre el desperfecto autónomo en dar una sola solución imposible de creer en el alma a ciegas en querer amarrar el desafío o descifrar en el trance imperfecto de un silencio sin ser distraído sólo Julieta sólo cometió un sólo mal error y fue callar con el silencio que arde entre su interior y las demás personas. Y el silencio de Julieta, se aferró al desafío, y por querer atrapar y descifrar el cometido frío si se entristeció por tanto y por todo que el acometido enfrió el terrible desastre en poder creer en el trance perfecto en querer la osadía de ese sol en un ocaso frío. Y fue que el destino fue como el delirio frío, o como el desastre inocuo. Cuando Julieta, nunca derribó el silencio que arde entre las venas frías de su destino y álgido camino que escogió para vivir. Si en el desenlace frío dentro del recelo de la vida de Julieta se sintió como el frío desafío o como el mismo misterio desafiante de creer en el alma ciega de ésta por dentro del mismo ocaso con un sol frígido en que sólo se enalteció de rica bondad. Si en el trance de la verdad se aferró al delirio frío de creer en el inerte ocaso y de un sólo sol. Si en el tiempo y más como una fría verdad ocultó el desastre frío de entrever el mal deseo, se aferró Julieta a la fría tempestad en creer derribar el silencio, pero, aunque quiso no pudo jamás. Si en el instante de sentir ese frío silencio y guardarlo entre las más débiles entrañas de Julieta, nunca fue revelado el vil secreto. Y siendo el instante tan frío, el silencio arde como el mismo fuego, cuando se perpetra el ocaso frío dentro del silencio que arde de Julieta. Y ese niño nació con un hechizo del silencio que arde y ya fueron más de dos lustros los que pasó Julieta callando en un silencio total y que arde como el fuego que quema en la piel, pero, el silencio de Julieta le quema más la piel que a los propios labios sin poder decir nada. Y, Julieta, sin poder expresar nada se fue del tiempo y más del tiempo osado cuando el silencio automatizó la espera artificial de saber que los secretos también se pueden revelar. Si, el destino frío se enternece de espantos fríos cuando en el albergue de un corazón calla como calla el mismo silencio que arde, pero, fríamente como las venas frías de Julieta. Cuando en el deseo de Julieta, era poder expresar a la verdad fría e indeleble entre su alma y su pensamiento frívolo edificando la espera inesperada en poder expresar el fuerte secreto de que su amiga tuvo un hijo con el padre de ella. Y han pasado más de tres lustros, los cuales, se aferran al desconcierto frígido y como todo invierno frío que ya dejó a su paso el equinoccio frívolo si se dedicó en ser como la mujer fuerte, si aquella niña que jugaba en el zaguán se enfrió su cometido frívolo de aquel trance ineficaz en dar con una sola verdad, pero, sólo fue un silencio frívolo y que arde como la llama en el fuego de una hoguera que aún no se apaga. Y esa hoguera encendida no calló el silencio frígido sino que ardió como la llama en la fogata. Y, Julieta, quedó como el dolor o como el mismo siniestro cálido de creer en el alma sin destino y sin fuerzas alguna. Y, Julieta, como el mismo tormento frío se dedicó a ser como la misma fuerza, como ese silencio que arde como lo absurdo de callar lo que calla Julieta. Y el silencio arropó el alma de Julieta, y quedó como la misma paz que le enredó el tiempo y más que eso como el frío dolor. Julieta, en querer ser como la misma fortaleza se entretuvo como la misma fría verdad congelando el mismo hielo en el refrigerador e iniciando el frío, sólo se sintió el dolor, la quemazón en la misma piel, dejando calor como el dolor en el mismo camino. Y Julieta miró y observó por el cristal en la oficina de su padre que el cristal sólo hizo un reflejo y sólo recordó el frío pasado como si estuviera observando en el mismo presente esa escena cuando se amó en carne propia y en subrepticio amor y con la pasión deseada, que en el camino frío se sintió como el mismo fuego de ese amor en la oficina del padre de Julieta. Y Julieta sólo se vio mortífera, trascendental, intransigente e indeleble como la misma rosa en que no marchita jamás. Si, Julieta, se vio como el desierto efímero, pero, tan real como la pura verdad, cuando en el desafío frío se sintió como la misma fuerza en fortalezas. Y se edificó la misma naturaleza cuando ocurre el desastre de sentir el silencio autómata dando énfasis de Julieta hacia el frío nefasto de todos los tiempos. Y ya pasaron tres lustros después de esa escena cálida y pasional en que sólo ocurrió el mal desenfreno pertinaz de amarse el padre de Julieta con su mejor amiga. Y, el silencio de Julieta, se edificó como un sólo tormento frío y como el desastre de creer en el embate de dar una sola salida expresando la verdad, pero, sólo quedó como la certeza de vivir más y más. Y llegó la vejez al padre de Julieta y de igual forma callando en silencio que arde en la forma de dar una sola salvedad cuando se irrumpe el destino frío en callar el silencio total en querer ocultar la fría verdad con el dolor. Y con la vejez del padre de Julieta, en la vida, en el amor, en el dolor, en la pasión, y en la paz, despertó sinceramente de su cruel pecado, cuando en el tiempo y más en el ocaso de esa tarde arribó en desconcierto frío que su instinto arde como el silencio arde, y la pasión queda en subrepticio dolor. Cuando Julieta, en el tiempo y más en el poder de ser un desierto frío se tornó exasperante e inocuamente indeleble. Y, el padre, en su lecho de muerte, le confiesa todo su secreto a Julieta para que Julieta también calle y para siempre, cuando su confesión no le tomó por sorpresa, otra vez, y con una sonrisa sarcástica y recordando todo y por una vez, en el ocaso frío se sintió como la vez primera en que observó por el cristal amándose su padre con su mejor amiga y quedó petrificada la imagen de querer amar con oculto amor y con demasiada vil irremediable de una pasión en rojo color como la sangre ardiente en el corazón. Y, Julieta, sin la fuerza en que el silencio que arde automatizó la espera de esperar con el intrascendente frío camino como la indeleble huella que ha dejado el padre de Julieta en el camino y en la vida leal de su hija, se vio tristemente abatida, herida y compungida, cuando Julieta piensa si continuar callando con el silencio que arde o expresar la fría verdad. Y Julieta sólo le respondió en el lecho de muerte de su padre que… -¨el silencio arde como la llama en el fuego de una hoguera encendida, tranquilo padre¨-.
FIN
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez
EMYZAG