Decía aquel cornudo con talante:
¡Qué culpa tengo yo de ser cornudo!
Suponía a la vida como un ludo
tirar el dado y dir para adelante.
Pero me he dado cuenta en el aguante
que si eres impotente será al ñudo
que te hagas el potente y el cojudo
y agites los infiernos de aquel Dante.
Ansina que los cuernos no son tantos
como lo que no saben que los tienen
y los que se lo creen me entretienen
que no hay santas como tampoco hay santos.
Qué siempre los cornudos se suponen
que a sus cornudas¡Ellos! Se los ponen.
Ansina que no reces
mientras haces negocios con el diablo
que los monjas también. Sé de que hablo.