Yo debería estar de vacilada
en algún cuerpo metido
en algún cuerpo robusto
que incitara mis pasiones más bajas.
Debiera de percibir mi cuerpo
sobre estelas de rocío, de rocío
y escarcha, que se durmieran
entretelas. A cambio, estoy
escondido tras un libro, procurando
que la belleza pase de soslayo
y no me mire
desde su largo hombro inquieto.
Sin embargo, peino mis canas,
y no las lanzo al aire, hago con ellas
un montón de estropicios, pues son
como estrellas de piernas abiertas
que nunca han nacido.
De todos modos, no hay como pasear
tu lánguido escroto, por el parque del Retiro.
Olvidando que, de pronto,
existieron otras tipas y otros vinos.
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