H. Cisneros

Hipofrenia

El recuerdo sigue llorando entre armas y rosas,
algunas fibras del corazón aun dicen que tu pudiste ser mía.
El alma se siente alienada, alejada de la reina blanca.
Y el deseo se mantiene firme en el tren que no para,
en el jardín del edén y la jungla creamos la ciudad del paraíso.
¡Ay, mi Luna! Si el suspiro no fuera tan corto,
las promesas perdurarían, pero los corazones cambiarían.

Me situó por las noches de descanso,
a seguir el encanto que con fe has dado.
Leo los poemas de tu alma y veo tu imagen anhelada.
Y mientras la braga se resguarda con el hechizante olor,
el descaro con nostalgia ve la pornografía que en días perpetuamos.

Es la lujuria del carnero satanista que poseíste,
la que llama al encuentro de mi lengua entre tus piernas.
Tu piel blanca y tus suaves besos sepultados en el celo,
al desconocido que llegué a gozar el privilegio que anhelo.

Amantes de mente conectada, Neptuno y flores de lis.
Escuche nuestra canción de vals, del matrimonio alquímico 
que me inyecto una tentadora depresión e ilusión del amor.
Pero yo bailo en los altares de frecuencias alineadas
mientras algunas células siguen pronunciando tu gran nombre.

Se fosilizo la primera rosa y mi suéter se fundió en tu piel.
La protección de las piedras señaló que tu carta no probara el fuego.
Nuestros sombreros viajeros guardados en cajones viejos.
Pero la verdad es que se me ha pedido no mencionar remembranzas,
que si me perdono y me han perdonado, no exenta el olvido.
Que si tus besos y tu cuerpo cerca del mío no debe ser recordado,
he de silenciar las palabras tatuadas en el alma con una nueva convicción.