La lluvia fina
no acude a la llamada
y yo la añoro.
Es el calor
en forma de bochorno
que ahora tenemos.
Sus gotas limpias,
apenas perceptibles
besan los cuerpos.
Y dejan magia,
refrescan las ideas
y los sentidos.
Contra el calor
los besos de la lluvia
son un remedio.
También la brisa
del mar y de nordeste
Con sal y yodo.
Todo se admite
huyendo del infierno
y la surada.
Y es que del sur
reenvían desde África
estos calores.
Se buscan sombras,
el soplo de algún viento
y alguna fuente.
Pero mejor,
que nada, es esta lluvia
que tanto añoro.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/08/23