Los recuerdos nos desvelan, nos persiguen y nos tallan, hacen nido en la mente y revolotean en el alma.
Los recuerdos nos abren la garganta a ese mundo introspectivo que tantas veces calla.
Hablan sin decir una palabra, algo brilla en nuestra esencia y nuestros ojos se humedecen al recordarlos con una tímida lágrima o una leve curva en la comisura de los labios se agranda.
Hay recuerdos impregnados en la piel que al rozarlos supuran dicha, satisfacción y a veces rabia.
Hay recuerdos llenos de aire puro, de vida y otros que te asfixian las entrañas.
De recuerdos estamos hechos de pensamientos y de palabras alzadas y de muchas que callan.
Han forjado nuestras risas, y han sido quebranto de muchas lágrimas., y aunque brote impotencia de ciertas nostalgias que se han ido sin un adiós sin un resquicio de esperanza!.. siguen quedando sonidos etéreos y algunos eternos por los días compartidos por las noches cuando el amor nos abraza.
De cualquiera de las formas que los recuerdos emanan ., con dicha, pena, risa o lágrimas somos dueños de ellos y con ellos adquirimos enseñanza.
Recordar es regocijo y calma también furia y rabia... Pero el tiempo con su implacable danza los pone en su lugar les brinda una morada.
Y el perdón llega nos libera de su carga.
Descansa.
Yace en el alma.