Y lloré.
Lloré por todas las veces en las que desee que algun chico se fijara en mi.
En las que quise arrancarme la rareza desde la medula,
e implantar en mi la belleza que rodea a las otras chicas.
Por todas las veces donde sentí que mis sentimientos no importaban.
Por las incontables ocasiones en las que terminé siendo la segunda opción en cualquier contexto,
la broma de los amigos,
un momento que pasa al olvido.
Por jamás haber sido objeto de atracción, de cariño y mucho menos de amistad.
Por las veces en las que anhelé que alguien me pensara con la misma intensidad que yo lo hacía,
y por el contrario, esa persona buscaba un medio para su salida.
Por las noches en velo, las lagrimas guardadas y las piezas de un corazón deshecho.
Un corazón auténtico, comprensivo y atípico.
Que tuvo que acostumbrarse a ser un desperdicio.