Baje la frente con hondo pesar de seguir viva y seguí
seguí caminando, caminé y caminé sin oír ni mis pasos
pesarosa, dolorida, sanguinolenta, infecta de cólera
toda herida y enfebrecida de espanto.
Los hombres a mi paso se apartaban, los niños señalando
preguntaban y reían, las madres tironean de su brazo
causando más herida con miradas de asco que lastiman.
Avance y avance con los perros ladrando tras de mí.
¿Qué pasó? Mi mente confundida me preguntaba
y yo lenta seguí avanzando con el escote ampliado
mostrando carne morena manchada como con tinta
de esa que no se borra así tañe y siga y siga tañando,
los cabellos revueltos en fango, con olor a putrefacción
caminando sin aliento con hondo pensamiento
y una ponzoña escurriendo entre mis piernas
con el miedo señido como un sudario que amortaja
cuerpo vivo- cuerpo hierto que aún hoy sigue andando.
Temblando y balbuceando buscada, estirando medrosa la mano
con la mirada anémica de esperanza, la ayuda que se demoraba
en las horas de este calvario, topándome con altos muros
de indiferencia, de desconocimiento y con esa perturbación,
con ese desconcierto de humanidad que me fue congelando
más como no, si era un duro retrato de mi andar fustigado
con cuerpo endeble, extinta sonrisa, voluntad menguada
estampa lacerante de mujer violada, enclavada en fantasma
de las calles qué el infierno saca a paseo en la memoria
de negros recuerdos que trajo una bestia a mi vida.