Flechas de aljaba
untadas salen
de miel,
hiriendo a mi corazón
-miel a otro panal que esperando está
ese dulce desde el allá-.
Flechas que hieren saliendo
del carcaj en decires enmielados,
entrando por su ventanal:
Desde mi rincón las veo cruzar
por otro cielo azul,
poniéndome celoso el ánimo
de un querer...
Llegarán sus envíos,
y a mi pecho herirán:
derrames acaramelados
por el sentir de sus adentros.
(¿No ha de estar triste el corazón
leyendo tales
decires?)
(salvador)