Me alejé lentamente del armario una vez me puse la chamarra azul que me regalaste. Mantuve mis pies con sigilo mientras me acercaba al gran ventanal que construiste. Miré perezosamente el cielo oscuro con un pequeño destello de esperanza desbordando de las cuencas de mis ojos.
Y volví a hacerlo...
Te busqué, pero una vez más, no volví a verte brillar en el cielo, papá.
- Mel.