EL MOLINO
En la plaza de un pequeño pueblo, estaban reunidos todos los vecinos, para intentar llegar a un acuerdo sobre su futuro.
Hartos de llevar su trigo a varios kilómetros para molerlo y pagar mucho dinero por el servicio y tiempo, decidieron fabricar uno para ellos.
—Yo creo que lo mejor será construirlo, eso nos haría ganar dinero a todos, además de tiempo, y en varios años, lo tendríamos amortizado —dijo José, que era uno de los campesinos que poseía más tierras.
—Tú, como tienes más tierras que nosotros, igual te conviene hacerlo, pero yo con las pocas que tengo, que con un par de viajes con el burro muelo mi trigo, no tengo por que realizar un gasto, que por ahora no me va nada bien –dijo Juan, que era un pequeño campesino.
—Yo que tengo más tierras que tú, pero no tantas como José, estoy de acuerdo en construir el molino. Pienso que con él, ganaremos todos, pero siempre que paguemos por construirlo, la parte proporcional que nos corresponda a cada uno, según las tierras que se posean –dijo Pedro, que era un campesino mediano.
— Si se hiciera así, entonces sí que estaría de acuerdo en hacerlo –dijo Juan.
—Yo, ya sabéis que soy partidario de su construcción, por lo tanto, estoy de acuerdo –dijo José.
—Tú sabes, Juan, que durante mucho tiempo, además que has tenido menos trigo para moler que José, has pagado más que él por molerlo, y si has tenido que vender, lo has tenido que hace más barato.
—Si, eso es verdad, al perro flaco todo son pulgas.
—Por eso te digo, Juan, que con la unión, todos saldremos ganando.
Todos, después de varias horas debatiendo intensamente sobre el tema, estuvieron de acuerdo en construir el molino.
Con la construcción, la prosperidad llegó al pueblo y todas las familias fueron mejorando sus economías, llegando a un estado saludable.
La alimentación de la población había mejorado mucho, así como la salud y la educación. Todo había llegado a un nivel óptimo.
Así estuvieron muchos años, hasta que por motivos diversos, José decidió salirse de la unión, alegando que él había contribuido con más dinero que nadie a la construcción del molino, y sin embargo, no tenía ningún privilegio.
Bajo esta amenaza de rotura, se reunieron todos los socios, para tratar el delicado tema.
—Tú dices que no tienes ningún privilegio, pero mueles según tus tierras. Quiero decirte, que si yo utilizo el molino dos horas, tu lo utilizas veinte (que es lo normal y lo acordado, para eso pusiste más capital), porque tienes más trigo que yo –le dijo Juan.
— Sí, pero tengo que esperar mi turno.
— ¿Y qué quieres, pasarte los turnos? Eso no se puede hacer, hay que respetar las normas –dijo Juan, y añadía —: Para que una sociedad funcione, hay que respetar los acuerdos, que es la base de todo.
—Eso lo dices, porque tú no tienes la capacidad necesaria para construir uno propio; si la tuvieras, no dirías lo que dices.
En estos términos se fue debatiendo el tema, pero José estaba decidido y abandonó la sociedad.
Seis meses más tarde, era inaugurado el molino de José.
Los primeros años todo funcionó muy bien, pero los gastos también se fueron acumulando.
El molino tenía unos gastos de mantenimiento, que cuando se pagaba entre todos, era insignificante, pero cuando había que pagarlo uno solo, la cosa cambiaba.
— La vigilancia del molino me cuesta un huevo y no puedo dejarla, por que con lo que me ha costado el molino, si me lo estropean, es para pegarse un tiro. El molinero, lo tengo que pagar también. No sé si he hecho bien en abandonar la unión. Ahora no tengo que esperar turno, pero qué caro me está costando todo eso –se decía José, para sus adentros.
— ¿Qué pasa, José? ¿Cómo te va el negocio?—le preguntaba Pedro, que pasaba por allí.
— Muy bien, ahora esto es una maravilla, muelo cuando quiero, nadie me dice nada, en fin, estoy supercontento –le contestaba José.
Los gastos eran cada vez más grandes y José estaba empezando a querer dejar su autonomía y volver a la unión, si quería mantener su estatus.
Dos años más tarde, José había tenido malas cosechas y ya no podía hacer frente a los gastos. Este solicitó una reunión a sus antiguos socios, para hablar de su regreso a la unión.
—Quiero volver a la sociedad, de la cual nunca debí salir. Ahora tengo más libertad y soy más yo, pero eso me está acarreando unos gastos, que no los puedo asumir. Lo importante para el ser humano, es tener bien cubiertas sus necesidades como persona, aunque la libertad de turnos la tenga uno que sufrir –decía José, reconociendo su error.
—Siempre serás bien recibido en la sociedad, y más habiéndote dado cuentas que la unión hace las fuerzas y que las sociedades fuertes, son las que todos van a una. Cuando el esfuerzo se comparte, el bienestar aumenta, en todos los estamentos de la vida –le decían sus compañeros de la unión.
G.J.Pavón