Me gusta contemplar la luz del día,
apenas clareando, da la vida:
asoman a las calles los amantes
esperando con ansia a sus parejas,
buscando entre la brisa el son del fuego…
Los veo desde el banco de mi parque:
pasean sonriendo de la mano,
mirándose amorosos y abrazándose…
Recuerdo que algún día estuve entre ellos,
cuando mi juventud, casi olvidada…
Los miro hoy con dulzura y sana envidia,
y, volviendo mi espalda, los bendigo…
Mientras tanto mi nieto corre raudo,
tras su balón de fútbol regalado…
y mi Aldonza, sentada junto al banco,
lo mira sonriendo mientras piensa
en qué diablos habré estado pensando
los últimos minutos de la tarde:
hermética en mi mente guardo siempre
la imagen del pasado y la esperanza…