Aquel aire ligero
se posó sobre mi cabeza,
no olía la maldad,
ni riqueza, ni pobreza.
Mire con asombro
aquel lugar donde estaba,
no sabía donde era
pero mi alma descansaba.
Mis problemas se esfumaron,
mis dolores sucumbieron,
mi cuerpo ya no estaba,
el olor del paraíso fue certero.
Las plantas se alzaban,
el río retumbaba,
los animales observaban
mientras tranquilo caminaba.
Caminaba, nadaba y volaba,
no había límite ni restricción,
Podía ser lo que quisiera,
un elefante, un pez, un halcón.
Nada me podía hacer daño,
mi cuerpo ya no sufría,
el fuego no quemaba,
el agua no estaba fría.
El cielo se detenía,
los árboles no paraba de crecer,
el sol no se escondía,
todo lo podía ver.
¿Era el principio de los tiempos?
¿el final de mi vida?
no sabía lo que era,
la razón se me perdía.
Todo era pequeño
y gigante a la vez,
¿aquella era la tierra?
en sus principios talvez.
No había humanos,
no sabía lo que era realmente,
¿una alma perdida?
Sin un cuerpo, sin mente.
Me hundí en el paraíso,
solo me dejé llevar,
el tiempo ya no me perseguía,
ya podía descansar.