Elizabeth Maldonado Manzanero

Adiós

Heló hasta los despojos y la cueva de los miedos más intensos

el invierno triste, áspero y fiero con que se cubre el suelo del cementerio

mientras se fue en mi alma tatuando con punzón eterno el silencio.

Y anidaron unas verosímiles ganas de desertar la vida gustando del cuidado

en el pensamiento último señal visible del que nos será eterno en sentimiento.

 

¿Por qué no pudo germinar la semilla más que en esa tumba fría?

Ya duermen tus océanos dolientes sobre playas abandonadas

 sin más arena que la que hay en tus párpados cerrados.

Una lágrima como mirra moja y desea perfumar tu piel blanca

Blanca, dolorosa yerta y fría que no resguardara mis besos

 

¿Qué habitación ajena, donde no están mis brazos recibirán tus restos?

 ¿Cuáles quejumbrosos rezos habrán de hacerte dormir hijo mío,

como si fueran cuentos? Descansa pues, en paz en tu nueva cuna

que se abra la tierra para recibirte cómo se abrió mi vientre al gestarte

solo no estás, ni estarás hijo mío. ni me dejes tú en este exilio sin loza.