Vivía entre metáforas,
intentando evadir la realidad,
para no armonizar la poesía, y la distancia,
entre las palabras y los hechos,
que me han llevado al filo del hombre,
agobiado por animales feroces,
deambulando en los pensamientos,
y el fuego devastador de abandonos,
que enciende océanos de mitos olvidados,
Metáforas para amedrentar el conjuro de dioses,
que amenazan con sus voces oscuras,
y fuego en sus pupilas,
para gobernar con miedo imaginario,
que convirtió el juego del ser,
en el martirio del no ser,
deglutiendo la libertad y la voluntad,
para conferir pecados y condenas.
Metáforas como ofrenda a los sueños,
a las manos cubiertas de arcilla y barro,
que forjaron la esperanza con dolor y sacrificio,
para no dejar extinguirse el aroma de las flores,
la pureza del agua que atraviesa nuestro cuerpo,
irrigando el amor que nos aparta de la aversión,
y llegar a la noche en busca de la boca,
de la lengua húmeda y los besos,
que apagan la última estrella.
Viví entre metáforas,
hasta que descubrí tu alma,
como el sol en el poniente,
haciendo resplandecer tus manos,
alumbrando tus mejillas,
relumbrando tus pupilas,
iluminando mi camino.