Aquel día fue gris en Altagracia
fue un día de tristeza de gran luto
y ya que había ocurrido una desgracia
muy lentos transcurrían los minutos
Una angustia muy grande recorría
por los rostros de muchos pueblerinos
de hombres, de mujeres y de niños
que a don Manuel Ruiz ya despedían
Cuatro peones de cuerpos bien fornidos
Transitaban llevando a don Manuel
Llenos de tristeza, pero agradecidos
porque trabajaban en la hacienda de él.
En la cara de aquellos cuatro hombres
se observaba una inmensa pesadez
un dolor que no tenía nombre
por quién los ayudó desde su niñez
Y a pesar de su fuerza y valor
las lágrimas mojaban sus mejillas
pues no conocían un hombre mejor
que el que llevaban a la capilla
Doña Lucía sufría a llanto suelto
una ausencia que le amargaba el alma
y ya que su esposo estaba muerto
su cuerpo de mujer no hallaba calma
Su grito mostraba todo el sentimiento
el gran amor que por el guardaba
su triste voz , su llanto y lamento
entre la multitud más pesar sembraba.
El cielo nublado denotaba aun más
la melancolía que en muchos había
el padre Miguel en sus rezos pedía
para que el difunto encontrara la paz
Y la merecía, había sido bueno
y un hombre noble, con los campesinos
Entre la asamblea unos rostros morenos
ya meditaban sobre sus destinos:
Pensaban quizás en ser despedidos,
después de la muerte de su buen patrón,
pero algunos que serían cedidos a alguna encomienda por la situación
No obstante, algunos también cavilaban
entre los himnos hechos en el rezo
que podían obtener algún progreso
porque don Manuel ahora no estaba
Los rostros terrosos de algunos peones
lo estaban aún más por este momento
y muchos lloraban por los pensamientos
que en varios nublaban sus aspiraciones
El padre Miguel terminó el despido
y con un crucifijo salió al frente
para dirigir a toda la gente
y cumplir así lo que había ofrecido
Hacia el cementerio fueron lentamente
como con el deseo de no querer llegar
la gente marchaba bajo el sol ardiente
mientras que la viuda continuaba igual
La urna se hacía aún más pesada
sobre las espaldas de aquellos peones
Pero la bondad de sus intenciones
los fortalecía, pese se agotaban
Entonces llegaron hasta el cementerio
y con rapidez lo sepultureros
Matongo, Gonzalo y don Emeterio
cubrieron de tierra el féretro entero.
Lucía sufrió una gran pesadilla
y con desconsuelo, con dolor lloraba
había en el lugar bastante gramilla
y el gamelote también abundaba.
Media hora después, aproximadamente,
salieron de allí todas las personas
y dejaron sola toda aquella zona
con la esencia de un cadáver diferente.
Al pueblo volvieron los acompañantes
junto con Lucía que aún lloraba
por perder al ser que la amara antes
pero que en el mundo solo la dejaba