Hace ya mucho tiempo que garabateo dejando huellas en la blanca hoja, con mis pensamientos y también sentimientos. Mis lectores gratifican mi labor, al dignarse leer mis líneas, e inclusive recibo sus comentarios que los interpreto como verdaderos premios. Una rara sensación de plenitud abarca mi ser, cada oportunidad en que personas opinan sobre uno de mis cuentos o relatos, dejando allí palabras que estimulan, permitiendo así, henchir mis velas para continuar navegando con más bríos.
He tocado infinidad de temas, algunos sobre hechos reales y otros productos de mi imaginación. Soy admirador empedernido de la naturaleza, y el hecho de vivir acompañado por ella, me otorga un privilegio que lo disfruto día a día, y se vislumbra, por supuesto, en más de una de mis creaciones.
Considero que la facultad de mudar percepciones e inclusive regocijos o porque no, descontentos, desde mis neuronas a la plana, es comparable con los trazos que dejan las pinceladas de un pintor, las huellas del rocío sobre las flores, o la baja marea sobre la arena, al retirarse.
Sensación de bienestar ante el logro conseguido... ante mis ojos el fruto cosechado, ¿es posible mejor recompensa?
A veces entablo serias conversaciones con mi otro yo, me escucha, sonríe y sólo en contadas ocasiones me responde, sólo le basta con mirarme y crease o no, capto su mensaje. Siempre insinúa, nunca exige, eso sí, sus sugerencias son factibles ponerlas en práctica, raro que se equivoque.
Quiero creer que escribir es una forma de avanzar, de mirar hacia adelante, utilizando los elementos que se me brindan en mi paso por este mundo.
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