En algún momento leí que “sin destino no hay camino”, y aunque me gustaría agradecer tan sabias palabras en este momento no recuerdo su nombre.
Pero que tan acertadas palabras, y es que en definitiva, si no sabemos hacia dónde vamos es difícil llegar, pero ¿qué pasa cuando tu meta cambia?, o peor aún, cuando hacen que tu meta cambie, es difícil comenzar algo nuevo cuando tu no lo pediste, no lo necesitabas, no lo querías. Te embarga la impotencia, quieres gritar, desgarrarlo todo, el insomnio se instala en ti, las ojeras se convierte en tu maquillaje, la apatía tu nueva rutina; ¿qué pasa cuando tu confidente no puede serlo?, ¿cuándo lo agobian sus propios problemas? ¿Cómo desahogarse? ¿Cómo dejar de sentir esa sensación que te oprime el pecho? pierdes el norte, tu piso se desintegra y te sientes desvanecer, caer en un abismo de soledad, tristeza y agonía.
Pero, pon tu mejor cara que ha llegado un nuevo amanecer, ten la esperanza de que sea un día mejor, y si no, demuéstrale al mundo que no te importa, que contigo nadie puede, que sabes adaptarte a las adversidades de la vida.
Sin importar que estés muriendo por dentro.
Te prometo que todo mejorara, porque tú ya lo has vivido, ya has podido, ya lo has logrado, diferentes escenarios quizás, pero tú sabes que eres resiliente.