Eras una esperanza vieja,
podrida y derruida quizás
más esperanza al final del camino.
Un espíritu de cortos abriles
se aferro a amar la primavera.
A su lado no dolía el corazón,
sí los años, la inexperiencia
las arrugas del ser y la tibieza de los ojos,
las canas que fueron luz de tu cerebro,
las horas vacías, y la orfandad,
con el brío de a poco en poco quemado
se fue aumentando las historias
que tus manos narraron en mi cuerpo,
que mis ojos lloraron hasta la aurora.
¡Aún atesoras la bondad del niño
en el color pálido de tus mejillas!
No comprendo como la vida
puede trenzar dos hilos tan diferentes.
Sorbimos tan aprisa los años
y fuimos corta estación para el olvido,
no queriendo acallar el estar vivos…
abrimos a la fuerza espacio breve
en que abastecimos con la envidia
el chismoseo y el machismo
fui tuya, fuiste mío y tu piel en harapos
alcanzó perfecto para cubrirnos,
mutuamente nos cobijamos en el deseo,
arropaste exquisitamente mi cuerpo
y yo cubrí brevemente tu aliento
¿Me pregunto dónde, dónde quedo
en el tiempo, la tregua que vivimos?
¿En la cara del sol o la del polvo?
Ahora que te acercas al sepulcro
y yo no puedo ni abrigar a un niño.
Te vas con la sombra en los ojos,
fugándote de mi cariño, en los míos
se queda la lagrima temblando
la que no he de verter más sobre tus hombros.