Aquella vez que iba hablarte de mi amor,
me hirieron los dardos de tu desprecio,
aunque fui insistente como necio;
lo que logré, fue agrandar el dolor.
Aun con mi alma herida,
insistente como un niño,
no logro tu cariño,
que es lo único que alegra mi vida.
No acepto la realidad
en la que tu cruel corazón,
del mío no tiene compasión;
al negarme la felicidad,
y convertir, tus desdenes, en mi prisión.
Por eso tengo el corazón opreso,
anhelando de tus labios…,
el más dulce, y apasionado beso;
que haga sentirme, el más grande y dichoso sabio…
Tal vez muera en la espera
de que se realicen mis sueños,
y poder ser tu dueño…..
¡Tú dueño!.... ¡Tú dueño!.... hasta que mueras.