Desde el momento en que naces
una idea fija te persigue:
la letra impresa.
Te agobia, te sublima.
Eres esclavo permanente
de tan Poderosa Fuerza.
Versos indómitos con voluntad de hierro
luchan por figurar bajo dos pastas coloridas.
Y ese deseo, esas insaciables ganas
pueden resultar cruento camino.
Modera tu ímpetu -avasallador-
y espera.
Reposa tu larga espalda
sobre frío cartón o papel
y espera.
Ese día -grande, ansiado-
a veces, sin saber cuando,
amanece resplandeciente.