El viejo roble
yacía, entristecido,
en el otoño.
Sus viejas ramas
y el tronco bien curtido
por los inviernos.
¡Qué bella estampa,
del árbol centenario
la que mostraba!
Yo vi su vida
tatuada en el recuerdo
de mi pasado.
Y vi, con ella,
la luchas y batallas,
del día a día.
Amor y odio,
sonrisas junto a llantos,
todo mezclado.
Y vi, hasta el viento,
hablarle, sin palabras,
desde el silencio.
¡Cuántas historias,
vagaron por las sombras
del viejo roble!
Por eso, ahora,
le miro y me estremezco:
\"Soy ese roble\".
Rafael Sánchez Ortega ©
19/08/23