Yo sé bien que vos tenéis alma de lluvia
y de cuerpo, portáis cuerpo de manzana,
y al oír el suave canto de unas hadas
me despierto y reconozco su figura.
Pero navego perdido en la marea
como un marinero sin puerto ni faro,
como ese loco pájaro extraviado
al que el viento lo trastorna y lo doblega.
Ando yo caminando entre tinieblas
sin esperanza de vos, con desaliento,
más mis manos temblorosas por el miedo
ya no ciñen el acero por bandera.
Me ha podido la constancia del desdén
y no alcanzo a encontrar otra salida
que me alivie la razón y altanería
y me niegue la ocasión de no creer.
¿Acaso he de entregarme ya derrotado
y no concebir de vos una sonrisa
que me dé el valor que mi ánimo precisa?
¿Acaso he de morir mustio y resignado?
Impreco al amor que me prendió cobarde
sin acechar siquiera, como tormenta,
y perdí las guardas que a este amor ahuyenta
pues la sangre que me corre es vuestra sangre.
Os persigo y os acoso como ninfa
que se esconde nebulosa en mis entrañas,
más la lumbre que alimenta mis plegarias
por buscaros y no hallaros está extinta.
Hasta aquí he caminado y me he parado
pues la falta de cariño también quiebra
al aliento más hercúleo en fortaleza
y hasta mi ánimo valiente es derrotado.
Ya mañana no habrá sol en mi ventana,
más lamento despedirme así de vos
esperando que estas letras con mi adiós
las leáis y recitéis con voz muy alta.
Yo me di sin vos saberlo, sólo a vos,
sin hallar señal alguna por respuesta
y aun partiendo quedará mi alma despierta
por si osáis mandarme un beso o tal vez dos.