La luna tiene un amante
que la vigila en el cielo
desde la banca de un parque .
Solitario, es su desvelo
contemplarle largamente,
suspirando de deseo.
Ella a veces corresponde
a ese singular Romeo
y algunas otras se esconde
tras una nube de sueños.
Él solo quiere mirarla,
decirle a solas “te quiero”
mientras ella, majestuosa,
llena de gracia, en silencio,
se viste a veces de rosa
y a veces por oro viejo
cambia su atuendo argentino
mostrando su coqueteo.
Una noche solitaria,
fatal y oscura de enero
vistió de luto la banca
¡murió su amante secreto!
La luna triste y menguante
le pide, llorando, al cielo
que pueda volver a verle,
que no arrebaten su anhelo.
El cielo escucha y entonces
a él le convierte en lucero.
Con el manto de la noche
hoy arropan sus ¡te quiero!
La luna se ha enamorado
¡Apenas puede creerlo!
A su amado le acaricia
con su luz de terciopelo.
Zarcillos de madreperla
él le ha obsequiado y, al verlos
parece que algunos astros
van titilando de celos.
¡Ay luna!, su amor profundo,
apasionado y sincero
hoy al fin le correspondes
y él te cuida con esmero.
¡Ay luna! envidio tu suerte,
les miro y de amor me muero.
¿Quién dijo que en este mundo
ya no existen caballeros?