¡Eureka!
¡Eureka! En los mares bohemios
donde cruzan peregrinos y pastores;
el tesoro bautizado por las flores...
¡eureka! Entre orzas y proemios
me saludan las mujeres diamantinas
y en las noches de desvelos cristalinas
pues tiritan esos cutis entre gremios.
¡Eureka! Comparsas luctuosas,
no le teman a senderos presumidos
ni a las aguas que trastocan sus tejidos,
¡eureka!, divinas y hermosas.
Del harén y el serrallo con enseres
haz diatribas donde dancen las mujeres,
siempre aquellas que parezcan impetuosas.
Samuel Dixon