A la lumbre de cien velas encendidas
con sus llamas centelleando nerviosas
en la tranquilidad de una noche fría,
nos dormimos y envolvemos emociones
que colmamos con el alma de caricias
mientras llenan nuestras sombras los rincones
en un baile donde no existe la prisa.
Ese silencio nos susurra entregado
que no hay voces que amenacen el momento
porque el céfiro se duerme en nuestras manos
temblorosas por entregar las caricias
retenidas en la malla de un cedazo
cual ventana de tupida celosía
y hasta el aire lleva aroma enamorado.
Ahora te encuentras sobre mi hombro y dormida
en el sueño relajado del que espera
y te siento respirar y tu mejilla
ha hecho el nido de una dulce cenicienta
y te has marchado en la noche de los días
con tus ojos apagados de tormentas
que en su despertar serán como poesías.
Con las ganas por amarte en mi regazo
he cubierto los caminos, cielo y mares,
te he encontrado y he caído derrotado
al calor de hogar venido de tu cuerpo,
y en tus lágrimas después de haber llorado
tengo una flor mirando desde un florero
a otra flor aún más hermosa entre mis brazos.
Miro tu cara con una mirada infinita,
siento tu corazón palpitar en cortos pasos,
la malaventura hoy es como la gris ceniza
que el viento de este sentimiento mandó al espacio,
te abrazo en las sombras de cien velas encendidas
pensando que mi espera por fin se ha terminado
y que cuando despiertes serás ya toda mía.