No tengo la sangre azul, que al alquitrán se asemeja,
y yo no tengo la culpa de que mi sangre sea negra,
vivo en un mundo podrido, enterrado estoy en mierda,
ni religión ni política, ni educación ni conciencia,
nada se salva, nada escapa, a tanta y tanta miseria,
apenado y triste veo, como mi sangre se altera,
cómo cambia de color, como se oscurece entera,
y si es mi corazón, duro está como una piedra,
como un trozo de carbón, que en la chimenea ardiera,
quemado, y ya sin valor, destinado a la escombrera,
solo espera el empujón que le devuelva a la tierra,
la tierra que le engendró, tiene que volver a ella,
volverá con un color, que nadie jamás quisiera,
negro como el odio puro, negro como una gran guerra,
como la muerte de negro, como el hambre y la miseria
como el color de mis tripas, que así, o más, están de negras,
porque al ser negra mi sangre, negras son mis entretelas,
mis pensamientos son negros, negras son mis apetencias.
¿Mis esperanzas? ¡No existen! Y si es que existen, son negras.