Cuan cansado estoy de amar,
cuando es por obligación,
y si es por aparentar
entonces, aún peor.
Esa impuesta corrección
que no nos sirve de “na”,
el, por quedar bien con otro,
porque parece mejor
que decirle la verdad,
es quedar contigo mal
si no le das tu opinión,
con total sinceridad.
Lo de cantar las cuarenta,
te da más satisfacción,
que fingir estar de acuerdo
y tragarte el camión.
No tragues,
di lo que piensas,
y al que se ofenda, borrón,
borrón por siempre jamás,
que no merece la pena
aguantar la necedad,
la hipocresía, la maldad,
la angostura tan estrecha,
de esas mentes sin piedad,
tan prestas a criticar,
pero nunca a perdonar
lo que en otros ven tan mal,
y ellos, lo hacen aún peor,
porque capaces no son
de ver su incapacidad.
Quien quiera que yo le quiera,
también tiene que querer
ser persona que muriera
por ser persona de bien.
No debe ser embustera,
el cinismo ha de dejar
por toda su vida entera,
hipócrita no será,
este es vicio muy hortera
y que me cae muy mal.
Ir de frente y por derecho
debe ser su prioridad
partiéndose cara y pecho
por defender su verdad.
No digo que yo lo he hecho,
yo… me dejé doblegar,
torcí mi brazo derecho,
y… no lo pude enderezar,
desde entonces voy maltrecho
vagando de aquí “pallá”,
consciente, que no hay camino
que se pueda desandar,
igual que el agua del río
que nunca vuelve a pasar.
Ocasión desperdiciada
no se vuelve a presentar,
y la conciencia no deja
que se te pueda olvidar
aquella ocasión perdida,
en que, pudiendo tu dar
como hombre la medida,
te quedaste en poco más
que marioneta encogida
sin hilos con que bailar.
Lucha…
Defiende…
Pelea…
No te dejes domeñar,
que tu opinión razonada
nada la puede acallar,
y al que se ofenda…
limones,
limones para chupar,
que si la verdad es agria
la mentira es mucho más.